sábado, 16 de noviembre de 2019

Jimó - Parte 1.11


Capítulo 11

-Mmm…
- ¿Que pasa Marrow?
-Si no le vendía la armadura a ese tipo no me iba a poder ir de su tienda… Me siento muy liviano…
-Con que ese es el problema… ¿Qué tal si llevas a Franki?
-Conmigo no cuentes Marrow, lo siento, también es parte de mi entrenamiento estar en movimiento –interrumpió riéndose.
- ¿Ido?
-Estoy en la misma, de todas formas, no querría.
 Marrow agachó la cabeza con aceptación.
-No me quiero acostumbrar… Está bien, llevaré tu parte también Sarím, tu lleva las provisiones que son más livianas.
-Está bien…
 El anciano los observaba, comenzaba a impacientarse por el horario, era muy estricto con el mismo y con todos los que lo rodeaban cuando de tiempo se hablaba.
 La mañana comenzó tranquila, el cielo casi despejado alumbraba el bosque y la fauna. Luego comenzó a nublarse progresivamente, una tormenta al parecer había llegado a la región, los animales corrían hacia sus refugios y pronto no quedó ni uno solo.
-Ya es tarde para volver… Se supone que tenía un pergamino para estos casos especiales… -el mago comenzó a buscar en todos sus bolsillos y luego en su mochila, parecía desesperado, pero finalmente apareció – acá está, sabía que lo tenía en algún lado.
- ¿Qué es Dazu? –preguntó asombrado el niño.
-Algo así como una casa, no es de piedra, pero por suerte la puedo guardar y usar a mi antojo, pero solo la uso para casos especiales.
 Franki sonrió.
- ¿No podríamos haber vuelto Sarím?
-Ya es demasiado tarde, si intentamos volver tarde o temprano nos atraparía la tormenta… -le contestó a su aprendiz.
 El anciano observó el cielo y el horizonte, luego el rastro que habían dejado los animales.
-Parece que tenemos un par de días… Pónganse cómodos. Una buena noticia es que la lluvia también se dirige hacia la aldea.
-Mmm… Marrow, se me ocurre algo, vas a aprender algo nuevo. Dazu, ¿tienes el pergamino de los arcos?
 Marrow se sorprendió y replicó lo que dijo su maestro.
- ¿Lo tienes?
-Si lo tengo, pero cálmate un poco.
-Bueno…
 El día siguiente los guerreros salieron temprano, la lluvia los amenazaba constantemente, pero ellos no se quedaban atrás. Con unas finas gotas golpeando sus caras, los guerreros lograron divisar en una pequeña cueva un conejo con el que podrían hacer un caldo para todos.
-Marrow, se silencioso –dijo el guerrero susurrando.
-Ya lo vi, ¿quién tira?
-Tiraré primero, mira la posición de mis manos y si se llega a escapar apunta al lugar en el que pienses que puede llegar a ir, nunca hacia el mismo lugar en el que se encuentra.
-Entiendo.
 El animal sintió que una flecha le rozaba la espalda y corrió dejando un rastro de sangre. Inmediatamente después Marrow tiró la segunda flecha, pero solo alcanzó a darle en la cola, en lo que Sarím ya le estaba apuntando nuevamente y lo detuvo por completo.
-Creí que ni siquiera le darías, ¡bien hecho!
-Jajaja no es la primera vez que lo uso, en la aldea es común verlos.

 El animal alcanzó para la noche y el día siguiente, con las provisiones que tenían no hacía falta cazar, pero al menos se habían distraído un poco. Los magos practicaban con la misma lluvia, la que caía sobre el lugar en el que se encontraban desviándola hacia otros lugares. Los iniciados hacían lo que podían, a pesar de estar quietos, las gotas ya venían hacia ellos con movimiento, lo que les complicaba la práctica. Con las que no podían se encargaba Dazu.
 El anciano no hacía mucho, parecía meditar todo el tiempo y no se interesaba por nada, mientras que los guerreros, como siempre, hacían pulseadas, cosa que se había hecho una costumbre.
 Al pasar dos días el anciano al mirar el exterior afirmó con mucha confianza que lo peor ya había pasado, era hora de ponerse en marcha. Los días pasaron y todo volvía a la normalidad, de vez en cuando pasaban un par de nubes por el cielo, pero nada fuera de lo común. Al pasar el puente recordaron al golem, no tardarían en pasar por el lugar.
-Dazu… ¿No tendríamos que haberle dejado algo de comida al golem?
-Jajaja eres muy inocente pequeño, los golems no comen, siquiera sé cómo nos oyen y si es que lo hacen, o como nos ven.
-Oh… No parecía malo después de todo…
-No lo creo, pero el tamaño de esa cosa llama la atención a cualquiera. Más que nada fue por su propia seguridad…
-Entiendo…
 La aridez del paisaje no había cambiado en absoluto a pesar del agua, la vida parecía haberse ido hace mucho del lugar y le habría costado volver en muchos años. Nadie pasaba por esos parajes, más en ese momento en el que el verano comenzaba a notarse y el más mínimo brote perdía sus fuerzas con el quemar abrazador del sol.
 Había pasado ya día y medio desde la desaparición del puente en el horizonte acompañado del verde de la naturaleza viva.
-Chicos… No es para preocuparlos, pero recuerdo que este es exactamente el lugar…
- ¿Dónde está? –preguntó Sarím al mago
-No lo sé, por eso lo digo, es más, ni siquiera está la jaula…
 Los aldeanos miraban con asombro, mientras el anciano se acercaba a un lugar que parecía tener la marca del piso de la jaula sobre la tierra seca.
-Fue justo después de que pasara la lluvia, parece que alguien lo hizo desaparecer… -dijo el sabio.
- ¿Alguien con más poder que Dazu? ¿Está seguro viejo?
-Un poco más de respeto Sarím, y sí, estoy seguro…
- ¿Pero ¿quién…? –Murmuró el mago pensando a su vez para sus adentros –Olvídenlo, puede que el mismo que lo invocó se lo haya llevado… Sigamos viaje que ya estamos tardando un poco… en la aldea nos deben estar esperando.

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