Capítulo 2
Apenas amanecía, cuando un grupo de campesinos, entre
ellos Marrow y el pequeño, se encontraron con Sarím y Dazu en una colina
cercana a la aldea. Sarím repartió un escudo y una espada de madera a cada uno
de los aldeanos. Una vez terminado se dirigió a ellos.
-Vamos a medir
la fuerza de cada uno de ustedes, su resistencia y habilidad. Al final del día
algunos estarán con Dazu, él les explicará sobre los diferentes tipos de magias
que existen. El resto estará conmigo, les enseñaré el arte de la espada, con
todo lo que ello refiere. Ahora, marchen, hagan una fila uno detrás de otro.
Dazu observaba, bostezando sobre una roca,
como caían cada uno de los aldeanos a mano de su compañero. Viendo que eso no
ayudaba en nada, le dijo a Sarím que se apartara un momento. Reunió a los
campesinos en frente de él. Todavía sentado se dirigió a ellos.
- ¡Se me acaba
de ocurrir una idea brillante! Haré una prueba, y los que ganen tendrán una
recompensa- Lo miraron con asombro y prosiguió- Es fácil, la prueba consiste en
lo siguiente, los últimos 3 en quedar en pie ganarán 8 monedas de oro, solo
deben pelear entre ustedes, es muy sencillo, los que no se rinden ganan-
Sonrió.
Sarím lo miró
de reojo como si le fastidiara, pero calló. Se sembró la incertidumbre entre
los campesinos. Pasados unos minutos, el mago comenzó a impacientarse.
- ¡Vamos, es
fácil! Además… es esto o encantar las armas que están sosteniendo. Les aseguro
que ellas no van a tener piedad como mi amigo hace un rato.
Sin dudarlo
siquiera un poco, Franki lanzó el primer golpe desesperado contra la rodilla de
uno de sus compañeros con su espada, acto seguido, se escondió detrás de su escudo
que ni siquiera podía levantar, antes que su opresor, arrodillado y gritando de
dolor, le intentara devolver el golpe.
- ¡Así me
gusta! - gritó Dazu- ¡Sigan el ejemplo del muchacho y llegaran muy lejos!
No tardó mucho
Marrow en hacer algo parecido, ya todos habían comenzado a pelearse entre sí,
dejándose grandes moretones en la piel, algunos golpeando hasta ver sangrar a
sus amigos y hacer que se rindieran. La rabia, y sed de venganza en Marrow se
notó desde el comienzo, trató de defender al pequeño que había dado el primer
golpe, peleando codo a codo como si fuera su propio hijo.
Fuera de la
pelea, la cual había comenzado no hace mucho, el guerrero le habló a su
compañero.
- ¿En qué
estás pensando?
-Ya sabes,
solo quería divertirme un poco, pero no te preocupes, está todo bajo control.
-Más te vale.
-Además, estos
enclenques no iban a tomárselo enserio sino lo hacía, ¿o no? Ya con solo verlo,
tu viste quien lo inició, ¡Y de qué manera ehh! - El mago soltó una breve risa.
-Lo tengo que
admitir, esos dos tienen futuro- dijo mirando a Marrow y a Franki siendo unos
de los pocos que quedaban en pie.
-Es cierto,
pero no va a ser bueno que sigan entrenando juntos…
-Tienes razón
en eso.
-Me encargaré
del muchacho si no te importa… Por cierto… ¿Has traído el pergamino que te
pedí?
-Oh! Si, casi
me olvidaba, aquí lo tienes.
-Pelearon
bien, fue divertido… dale esto a los ganadores, se lo merecen… Ahora es mi
turno -Sarím le entregó un papel y al mismo tiempo el mago 40 monedas de oro.
Llamaron la atención a los aldeanos que quedaban en la pelea para darla por
terminada - ¡Alto, bien hecho! –gritó el mago a los 4 hombres y al niño que
seguían combatiendo.
Marrow y Franki se habían defendido en una
posición fija durante casi 3 horas. Todos miraron repentinamente al mago,
temblando por la sola idea de lo que éste les podría llegar a hacer.
-Vamos,
acérquense, no tengan miedo- dijo Dazu- Por como dejaron a sus compañeros
podrían defenderse solos si al menos contaran con unas pocas armas… Tráiganlos
también.
El Mago reunió a todos en un círculo, y
leyendo el papel que le había dado su compañero anteriormente, curó a los
campesinos, los cuales de pronto recobraron la conciencia viendo como de a poco
se le quemaba la mano con la que sostenía el viejo pergamino. Al ver que todos
habían despertado y sanado por completo, soltó el papel lo más rápido posible
viendo como al mismo tiempo, como los aldeanos se miraban entre sí, y como el
pequeño lo miraba a él de forma perpleja. Nunca habían visto tal acto, menos el
pequeño quien no tardó en largar un –Wow… Eso fue increíble…- Quedando con la
boca abierta.
Dazu, viendo al niño, sonrió y cayó exhausto
delante de los 13 pueblerinos, el pequeño y su amigo. Curar a todos le había
costado mucha energía, además de haberle dejado unas quemaduras en la palma de
la mano derecha.
Al despertar, Dazu se encontraba en una casa
de la aldea. Al salir afuera, vio como acababan de preparar una mesa de varios
metros y a los aldeanos a los que había curado. Al parecer, la cena estaba
lista cuando de repente, el mago que había dormido durante 4 horas ve acercarse
al pequeño con una sonrisa de oreja a oreja. Éste lo llamaba para que almorzase
con ellos, y no tardó en darse cuenta que tenía la mano vendada.
-No puedo
hacer magia como usted, pero al menos va a estar mejor.
El mago lo palmeó en la cabeza y siguió al
niño hacia la mesa. Observó que a pesar de lo poco que tenían, se disponían a
compartirlo todo. Sarím y Dazu se encontraron, en lo que este último, todavía
un poco dormido, le preguntó qué había pasado.
-Todo salió
bien, no te preocupes. Mañana tú te llevas al pequeño y a los que creas que
puedan resistir. Explícales en qué consiste, después del espectáculo que
causaste no te van a decir que no… Al resto los llevaré a la colina otra vez.
¿Todavía tienes los MEDE?
-Siempre los
llevo conmigo, no hace falta que lo preguntes, pero ten cuidado, a los aldeanos
les va a costar derribar el mío…
-No te
preocupes, antes de empezar lo voy a ajustar a su nivel.
El mago sacó de uno de sus bolsillos una caja
en la cual contenía unos muñequitos de trapo y le entregó uno a Sarím, luego
pidió una porción más de comida.
La mañana
siguiente, el grupo se dividió en dos según lo acordado entre los forasteros.
Marrow no estuvo conforme al principio con la idea de separarse de Franki, pero
luego comprendió que, si estaba con él, en algún momento se deberían enfrentar.
De ésta forma no le dolería tanto el saber que el niño saldría lastimado, y a
la vez, podría concentrarse un poco mejor en las peleas. Ya le había dolido, y
mucho, perder a su familia. No se perdonaría perder a ese pequeño también.
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