Capítulo 3: El primero de muchos fantasmas
Era
un día como cualquier otro. Me disponía
a limpiar los vasos, debo admitir que todavía no adquiría la costumbre de la
limpieza y eso que llevaba ya alrededor de 2 meses en el lugar. No tenía muchos
visitantes, un poco obvio para una aislada taberna dispuesta en la entrada, y
también salida de un desierto, pero a mi gusto me entretenía bastante. No más
de 3 personas ocupaban las habitaciones que tenía y por lo general solo era
para pasar la noche. Como la zona era desértica y la taberna lo suficientemente
fresca, pasaban los días dentro del local donde servíamos tragos y comida. No
había mucho para hacer. Me ayudaba Clara, la viuda del anterior dueño de la
taberna. Ella me había vendido la taberna con la condición de que trabajase
ahí. A pesar de su basta edad, tenía mucha energía y según ella "no es
algo que debiera ser desperdiciada". Clara no creía que le quedase mucho
tiempo de vida, su marido había partido hace ya un par de años, y su muerte
había dejado en ella un vacío inimaginable. Acepté entonces, y la plata que le
entregué, fue mandada a un lugar que no sabía que existía, en la nueva región
vecina Jimó. Por lo tanto, se quedó a vivir en la taberna trabajando en la
administración de la misma y ayudando en todo lo que podía. Contábamos con un
total de 7 habitaciones de las cuales 2 ocupábamos nosotros, y en cuanto al
local principal, teníamos algunas mesas y la barra en la que las personas
solitarias se sentían a gusto para tomar un trago y contar sobre su viaje y qué
lo traía al lugar, o a veces simplemente de su vida.
Fue
el caso de cierta persona que yo hacía muerta hace un tiempo, la forma en la
que había desaparecido, Mortiz Tenaflez, había sido por demás ortodoxa. No lo
reconocí en el momento en el que pasó por la puerta esa noche, llevaba un traje
algo desecho que cubría su torso y sus piernas, algo raro para el clima del
lugar a pesar de que las noches eran frías. Una camisa blanca polvorienta por
el viaje, zapatos arruinados, un sombrero deshecho y lo que más me llamó la
atención, una especie de palo de madera con forma de sorbete entre los labios,
algo que nunca antes había visto. Sus pelos estaban algo desteñidos, cosa que
confundí en primer lugar con la iluminación del candelabro pensando que alguna
tormenta de arena le había azotado.
Había
un par de personas sentadas en las mesas, pero hacían caso omiso sobre lo que
sucedía a su alrededor. Se acercó a la barra, lugar donde me encontraba y
moviendo una de las banquetas con los pies, la acomodó y se sentó. Luego de
suspirar, acomodó el palo que traía en la boca y se dispuso a hablar.
-Me
quedaré un par de días, ¿Tienen alguna habitación?
-Por
supuesto, aguarde un momento y le facilitaremos una habitación, ¡Clara! –grité-
¡prepara la habitación 5!
-
¿Tiene algo para beber? Algo fuerte de ser posible.
-Enseguida.
Una
persona formal, recta, seria, rara vez tenía un cliente así.
El
traje abierto hablaba por sí solo, sus mangas estaban vacías y no mostraba sus
manos. Cuando le pasé el trago, pidió cortésmente que le acercara el vaso lo
máximo posible. Claro está que en el momento no me di cuenta, aunque me pareció
raro, me di vuelta y seguí repasando los vasos que tenía en el lugar. Solo
sentí el chocar de la madera con el vidrio, y comencé una típica plática para
romper el hielo.
-Su
rostro se me hace familiar, aunque no recuerdo que haya pasado por aquí.
-Es
probable que usted me reconozca, yo sí lo recuerdo a usted. Podría decir que
tengo muy buena memoria, pero no lo tome a mal, no quiero asustarlo.
-Un
nombre ayudaría un poco, ¿no lo cree? Aunque debería dar el mío primero por
respeto jaja.
-No
se preocupe señor Larson. Pierce, ¿No es así?
-Parece
que me conoce, lo leyó en algún lado supongo.
-En
el periódico, hace mucho tiempo. Pero, le pido por favor, no se incomode. Usted
hacía su trabajo, y sé muy bien que a mi compañero no le gustaba mucho lo que
usted hacía.
-
¿Es posible? ¿Usted era parte del circo?
-Dejemos
las formalidades. Puedes decirme Mortis… Siempre me molestó esa parte de “Señor
Tenaflez”.
-Pero
era usted un gran pilar de esa comunidad, ¿por qué no lo llamarían así las
personas?
-Jaja
– rió por la nariz el señor Tenaflez- Eso es lo que quiso Drat que todos
creyeran.
-Disculpe
mi ignorancia, pero no entiendo –Quedé perplejo ante esta revelación. En caso
de que realmente fuese Mortis quien se encontraba sentado frente a mí, podría
terminar de entender lo que realmente sucedió, y nunca pude saber respecto a
una de mis más grandes investigaciones para la Gaceta de Horno Dorado. Tengo
que confesar también, que me encontraba un poco tenso frente a su presencia y a
la situación de oro que tenía frente a mi persona.
-Mi
amigo, quédese tranquilo. Sé muy bien que usted quiso investigar el circo hace
10 años. Sea o no para difamarnos, cosa que pensaba nuestro compañero, o
simplemente por curiosidad, que creo es lo que correcto luego de ver los ojos
que puso después de saber quién era… Los mismos que tenía hace 10 años cuando
entrevistaba a varios de los trabajadores del circo. Son los ojos de una
persona que necesita respuestas, las mismas que tiene un niño lleno de
curiosidad… Los mismos que tenía mi… Amigo… -sentí como su voz se apagó un poco
luego de decir esto, realmente parecía la pérdida de una persona muy allegada,
como si cierta persona hubiese muerto y con eso, parte de él mismo. Sus ojos
representaban una fuerte melancolía, ¿debido al alcohol del trago? Quizá. Más
bien atribuida al pasado diría yo – ¿Sabe?, él era un genio innato y su
curiosidad era como la de un niño también. Y eso, creo yo, fue lo que lo llevó
a la perdición…
-Tiene
razón, aunque dejé eso en el pasado, no le niego que, hasta el día de hoy,
tenga curiosidad sobre lo qué pasó. La pregunta es, si está dispuesto a
contarme.
-Jajaja
– soltó un risa burlona- Si no quisiera, ni siquiera me hubiese presentado por
quién soy… Supongo que será un regalo del destino para usted, que yo haya
viajado unos cuantos días y haya decidido quedarme justo en esta taberna… Mis
hijas vendrán en unos días, tiempo suficiente creo yo, para que le cuente mi
historia, perdón, nuestra historia. Al menos será un poco más amena mi estadía
en este lugar mientras las espero, sin antes pedirle por favor, que rellene nuevamente
mi vaso antes de comenzar.
Siguiendo
sus órdenes, y sin quitar de lado de vista el tener que alcanzarle nuevamente
el vaso lo más cerca posible, me dispuse a escuchar el relato de aquel señor,
Mortis Tenaflez, quien gracias al manifiesto comprendí, a través de lo que
recordaba, y sus acciones y peticiones, sus mangas vacías también contaban, o
mejor dicho afirmaban, el relato que había escuchado de parte de uno de sus
antiguos empleados. Sus manos, aun sus brazos, habían sido víctimas hace un buen
tiempo, del mismísimo Drat Val. Solo quedaba escuchar, y atar los cabos sueltos
de esta historia, para muchos y en especial para mí, inconclusa.
Comenzó
su relato.
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