domingo, 15 de septiembre de 2019

Jimó - Parte 1.1

 Capítulo 1: ¿Comienzo?


Luego de un largo día de trabajo, Marrow volvió de las afueras de la aldea orgulloso del trabajo que había realizado en los campos, por fin después de tanto tiempo podría compartir con su familia una digna y abundante comida. Llegando a la aldea con un saco de verduras recién cosechadas en la espalda, éste miró sorprendido por el silencio que había en las calles, normalmente en verano, los niños sabían estar correteando por las calles de la aldea. Esta vez, el olor de las cocinas en la aldea, la calidez que siente uno cuando llega a casa ya no estaban. Algo había sucedido.
 De repente una lágrima le cayó por la mejilla, soltó la bolsa que llevaba consigo y salió corriendo a más no poder hasta llegar a su casa. Se lo habían llevado todo, y con ello, la vida su familia. Tirado en el suelo, gritando a su dios sin consuelo, fue sorprendido por uno de los bandidos que todavía se encontraba en su casa, el cual se abalanzó sobre él. Oponiendo resistencia, ganó unos pocos segundos para que de la nada, un cuervo de un metro de ancho apareciera, rasguñando el ojo izquierdo al saqueador. Éste, arrojando una daga contra el animal, huyó corriendo hacia sus compañeros, dejando un pequeño rastro de sangre detrás de él.
 Al hacer un pequeño gesto de reverencia, el ave herido dejo caer del ala un anillo que parecía ser de oro con un ópalo sostenido por garras. Marrow con lágrimas en los ojos, hizo también un gesto de reverencia, y cuando alzó la vista, el ave había desaparecido. El campesino alzó el anillo y lo guardó en un pequeño saco de semillas que siempre llevaba a las afueras de la ciudad en época de recolección y siembra.
 El saqueo había dejado grandes pérdidas materiales a personas que no habían perdido familiares y amigos, lo que significó trabajar más duro de cómo venían haciéndolo.

  La jerarquía de Damóa consistía, antes del saqueo, en un consejo de 7 ancianos, también conocidos como sabios. Éstos aconsejaban a los aldeanos sobre agricultura, planeaban las edificaciones en la aldea y regulaban el comercio de la misma.  Esta cantidad se redujo a un solo sabio durante el saqueo, el cual además afectó políticamente.

Cierto día luego de la purga, 2 hombres adinerados que pasaban por el lugar, vieron como las personas, con tanto sacrificio, levantaban los techos de sus casas, los cuales parecían quemados de hacía ya poco tiempo. Ambos se miraron, uno sonrió, y el otro, con una mueca de desagrado y cara de mal gusto aceptó. Así sin más, preguntaron a la primera persona que vieron donde se encontraba la persona encargada del enclave. Con indiferencia, sin darle importancia, el campesino le dijo que en el centro de lo que quedaba de la aldea encontraría un hombre sentado junto a una gran fogata. Siendo las 9 de la mañana, esto no era normal. El hombre serio le alcanzó una moneda de oro al pobre hombre que con pocas ganas había bajado de una escalera, acto seguido, éste la tiró al suelo, y diciendo “Que descaro” el segundo hombre alzó la moneda y la guardó en un bolsillo. –Solo quiero ayudar- dijo el primero, cuando de repente le comenzó a caer una lagrima por la mejilla al campesino –No necesito nada- dijo y volvió a subir por la escalera.
 Los forasteros, siguieron las indicaciones que le habían dado, el segundo refunfuñando por la forma en que habían sido tratados, el primero solo calló y observó todo lo que ocurría alrededor.
 Una vez en su encuentro, el sabio que quedaba les explicó la situación a los 2 extraños que habían llegado a la aldea. Si bien los campos estaban recién sembrados y las lluvias era la necesaria, las bajas sufridas por cada uno de los habitantes habían sido graves. La situación empeoraba al saber que los suministros que yacían en el almacén eran comunales y no de cada poblador, y las pocas semillas que habían sobrado, también se las habían quitado. Sarim, uno de los extranjeros, prometió que ayudaría a levantar el pueblo, y, además, enseñaría a combatir a los habitantes, para que estos casos no vuelvan a suceder. Todo esto a cambio de una buena parte de tierras de la aldea. A su acompañante no le gustó mucho la idea, pero de todas formas lo apoyó para no sentirse menos, “Ayudemos a estos pobres diablos a salir de este pozo sin fondo” dijo, dio media vuelta, caminó y se puso a ver la aldea y el horizonte.
 Tras pensarlo un poco, el viejo sabio aceptó, “Nunca estuvimos en este estado… Y no perdemos nada en intentarlo después de todo… Acepto, pero deberán ayudarme a decírselo a la población”, de esta forma, y para cerrar el trato, Dazu, el segundo forastero, hizo aparecer de la nada una hoja escrita y una pluma con tinta.
-Con que un mago ¿ehh…? -Dijo el sabio firmando- Estas muy lejos de casa chico, no diremos nada, pero ten cuidado con los Anuladores, saben rondar mucho por estas tierras…
Entregando el papel, el mago lo miró con desconfianza y guardó el contrato en uno de sus bolsillos.
 Los Anuladores eran un grupo de anti magos que viajaban por las ciudades y aldeas, buscando y capturando magos desertores, aunque a veces, su objetivo era toda clase de magos ya que, al capturarlos y venderlos, sus nombres serían más conocidos y a la vez, más temidos.
 El trabajo de explicarles a los aldeanos no fue nada fácil, estuvieron alrededor de hora y media para hacerles entender la situación. La mayoría se opuso a la idea, pero los pocos que aceptaron, cedieron sus tierras incorporando la idea de seguir trabajando en ellas y ganar un porcentaje de la cosecha. Sarim miró de buena manera a la propuesta de esos pocos, en donde por casualidad, también se encontraba Marrow. Ambos se miraron fijamente. El forastero sonrió, y con una mano en su espada puso punto final a su discurso. Dazu, como era de esperar, sacó nuevamente el papel que había guardado anteriormente y llamó a todo aquel que aceptara el contrato a firmar. Marrow con gusto, fue el primero en acercarse, acompañado de un pobre niño de 11 años que, al parecer, había tenido el mismo destino que su acompañante, se había quedado solo. El mago vió en los ojos de ambos el dolor y las ganas de obtener su venganza. “Puede que las semillas germinen y crezcan fuertes, pero si éstas se encuentran en mal estado, no crecerán en ningún lado…” les dijo mientras dejaban sus huellas sobre el papel, respondiéndole Marrow
- Tú no sabes…
-Lo sé muy bien, ahora deja pasar a los demás.
Marrow y el pequeño se hicieron a un lado y siguieron trabajando.

Era apenas mediodía cuando casi la mitad de los habitantes habían dejado sus huellas. Cayendo el sol, ya casi terminaban de arreglar la parte de techo que había sido quemada. Con disgusto y remordimiento, Marrow trabajaba con el pequeño ayudante cuando apareció el sabio para hablar con él.
-Marrow, esta tarde me mandaste a Franki para que venga a hablar contigo ¿Acaso es por los forasteros?
-No exactamente, Franki, descansa un rato ¿Quieres preparar té?
- ¡Enseguida Marrow! - El pequeño salió corriendo.
-Pobre, quedarse solo a tan corta edad…
-Su padre y yo nos llevábamos muy bien… Trato de que se olvide trabajando y cocinando, es muy inteligente y sonríe en todo momento, pero uno no puede sacarse de la cabeza a los seres queridos tan fácil…
-Y… ¿Para qué me habías mandado a llamar…?
-Ahh si… Recuerda que cuando pasó ya sabe qué, ¿Le mencioné de un ave que me salvó la vida?
-Oh sí, el gran cuervo ¿Verdad?
-El mismo.
- ¿Lo volvió a ver?
-No es eso… Cuando me salvó, luego de hacerlo… Soltó de una de sus alas este anillo, supuse que usted podría saber de qué se trata…
-Déjamelo ver…- Viendo de reojo, notó en el bolsillo del campesino, la forma de una daga- Por cierto, ¿Qué es lo que traes en el bolsillo?
-Oh, no es nada, solo la daga que le lanzó el bandido al ave… Decidí conservarla…
- ¿Para cuándo consigas tu venganza?
-…-Marrow calló.
-Ese mago puede que sea egoísta, pero tiene razón, ten cuidado. En cuanto al anillo, cuentan leyendas de un antiguo clan que adoraba a estos animales. Estos anillos representaban rangos en el mismo… Parece ser que tienes un ángel guardián detrás de ti ¿Ehh? Consérvalo, quizá te trae un poco de suerte jaja. Con respecto a la daga, ya te lo han dicho, ten cuidado.
Marrow volvió a callar. El sabio dejó la casa, acto seguido, Marrow se juntó con su pequeño compañero para cenar y dar por terminado el día.
 La mañana siguiente pasó rápido, llegando al mediodía habían terminado de reparar toda la casa, descansaron un momento, y luego fueron a ayudar a un vecino que había tenido la misma desgracia que todos en la aldea. La mayoría sabía juntarse en grupos para ayudarse entre sí, y a la vez comer juntos para ocupar el espacio que hacían sus familiares ausentes. Sarim apareció en la casa donde estaban, cargando un par de árboles para ayudar mientras el grupo de campesinos comía. Estos le agradecieron, y buscando un plato le ofrecieron un poco de caldo que guardaban en una cacerola a pocos metros. Aceptó y se sentó a hablar con ellos. No faltó lugar para que, al observar el cinturón, Franki preguntara por su espada.
- ¿Ha matado mucha gente con su espada señor?
-Tranquilo Franki, deja comer en paz al señor- Dijo Marrow frenando al muchacho.
Sarim soltó una carcajada –No te preocupes jajaja solo los suficientes. Sonrió al muchacho y siguió comiendo.
Una vez alzada la mesa, Sarím se dirigió a Marrow – Mañana al amanecer estaré esperando a todo aquel que quiera aprender a combatir- una vez dicho eso, todos pusieron manos a la obra.

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